Antes de la Revolución Industrial, muchas personas trabajaban como artesanos. Esta situación significaba que un individuo podía pasar todo el día moldeando un producto hasta verlo terminado. Sin duda ganarse la vida no resultaba fácil ya que esta actividad requería de gran habilidad y esfuerzo. Pero al final del día, el artesano podía sentirse orgulloso de su trabajo: un conjunto de materiales que él convirtió en algo útil. Después llegó el auge de las maquinas, gran paso hacia el progreso. Con la llegada de la Revolución Industrial, las personas no necesitaban tener grandes habilidades para ganarse la vida. Tampoco tenían que trabajar día y noche diariamente. Las maquinas hicieron todo más eficiente. Pero al final del día, el trabajador no sentía la misma satisfacción que sentía antes cuando creaba un producto el solo.
El mundo volvió a cambiar y las naciones desarrolladas se dirigen a economías basadas en servicios. Una mezcla de progreso, desarrollo, orgullo y satisfacción con el desempeño propio. Algunos le temen al proceso de globalización en el que nos encontramos desde hace tiempo por que creen que los empleos desaparecerán o se reubicaran a naciones que ofrezcan una ventaja competitiva en costos de producción. Pero esto se debe de aprovechar. Las naciones desarrolladas tienen la oportunidad de entrenar a su fuerza laboral para que lleven a cabo trabajos más interesantes y mejor remunerados, enfocados a los servicios. Volvemos a recuperar el orgullo de un trabajo terminado, pero con las ventajas que trae consigo un mejor estándar de vida.
The Ham Whisperer of Rome: How Stefano’s Honest Videos Won the World’s Heart
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Hace 3 días
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